Una eternidad es tan relativa. Eternidad para mí es por ejemplo esos minutos de carcajadas que ella en algún momento me brindó o aquél momento en que me abrazó al dormir, eso es eternidad.
Pero ni aún lo eterno es... tal cual, eterno. Con el paso del tiempo uno aprende a dejar fluir, ir... esos momentos.
Ahora estoy parada. En ese eterno momento de confusión de sentimientos. Estoy parada en la nada. En ese punto donde un remolino de pensamientos cruza mi mente sin darme tregua y a la vez estoy en blanco. Estoy en un punto donde mi vista de fija en espejismos, donde esas ganas de querer con las que hace tiempo me quedé, esas ganas de dar tanto hace que fije mi mirada en fantasmas, espejismos que huirán en tanto sientan un poco de cariño por mi parte.
Caigo a veces en el abismo de la resignación que más bien tiene el toque exacto de mediocridad, en ese punto donde se está por estar, porque la oportunidad se presenta, porque ahí está todo... y uno se resigna a estar ahí, a vivir esa vida paralela, esa vida fingida, esa vida donde uno sonríe para las fotos, donde da la mano por dar la mano y da un beso por besar, esa perfecta vida tipo ama de casa perfecta, matrimonio perfecto, tan cómodo, tan fácil caer ahí. Y salgo, vuelvo a salir y lucho por no resignarme, por creer aún que hay un camino perfecto para mí, uno que puedo recorrer, uno tan intenso y tan perfecto.
Y al final la lucha en realidad la estoy librando contra mí misma, contra esa necesidad de siempre más que en su momento ayudó a sentirme estancada en donde estuviera y ayudó a que hiciera acciones que decepcionaran a la gente que me quería, que las lastimara. Pero es esa punción, esa necesidad de movimiento que a veces hace que camine 10 pasos adelante de quien quiere estar a mi lado, esa necesidad de buscar, de algo más.
Sí, la lucha es contra mí misma, los temores son míos. Y al final creo que a quien extraño y a quien le temo por la noche es a mi verdadera esencia.
punto y aparte.
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